En diciembre pasado, el icónico Café Makao ubicado en Boulevard Marítimo frente a playa Varese cumplió 50 años. No solo es una buena noticia para el sector gastronómico local. La excusa de su medio centenar de vida es buen momento para recordar sus orígenes, el porqué de su nombre y cómo se vincula estrechamente con un personaje fascinante: Vito Dumas, “el navegante solitario” que dio la vuelta al mundo en un velero recorriendo las rutas marítimas más peligrosas.
Vito Dumas, protagonista de una hazaña
Su personalidad, un tanto excéntrica pero decidida, lo llevó a navegar aguas abiertas pese a no tener ninguna experiencia ni formación, y a recorrer cientos de millas uniendo destinos imposibles para la época.
Zarpó por primera vez en el LEHG I en 1931 y concretó su mayor hazaña en 1943, cuando dio la vuelta al mundo a bordo del LEHG II navegando por el paralelo 40° de latitud sur. Vivió las Guerras Mundiales y vio (padeció) de cerca la flota marina de los países beligerantes; con escasos recursos y nula formación se convirtió en un héroe de la náutica.
El mediodía del 7 de julio de 1943, algunos hombres esperaban ver al LEHG II asomarse por el horizonte a la altura de Bahía Varese. Vito Dumas tocaba tierra por primera vez en su país luego de haber navegado 20.000 millas por la “ruta imposible” a la que ningún hombre había sobrevivido.
La historia de Dumas y su hazaña fascinaron a Agustín Vila, que por entonces era un niño deslumbrado ante lo que parecía imposible. “El domador de los mares” despertó en él su afición por la náutica, que lo llevó años más tarde a tener su propia embarcación y a soñar con emular al maestro.
El destino objetivo de Vila aporta el punto de contacto con el café cincuentenario. Es que él y sus amigos fantaseaban con partir a bordo del velero “Martha” y llegar a la isla de Makao.
Un café temático dedicado a Vito Dumas
El niño que idolatraba a Vito Dumas quedó atrás, pero no su fascinación por él. Ya siendo adulto, Vila tuvo la suerte de conocerlo y tratarlo personalmente. A veces coincidían en el Club Náutico, ya que amarraban sus embarcaciones a pocos metros de distancia.
Cuando Vila le comentó su intención de embarcarse rumbo a Makao, Dumas le contestó: “Tu velero está perfectamente equipado y listo para hacerlo, los que no están listos son ustedes”. Así fue que desistió, aunque el nombre de la isla china le quedó resonando. Y en 1969, cuando inauguró su bar y cafetería, no lo dudó: lo bautizó Makao Café en honor a esa aventura trunca, pero sobre todo, en homenaje a su ídolo.
Desde entonces, el lugar alberga numerosos elementos originales que pertenecieron a Vito Dumas y lo acompañaron en sus travesías. El mástil de Sirio, su último y más pequeño velero con el que unió Buenos Aires y Nueva York; el gorro de agua con el que dio la vuelta al mundo, brújulas, timones y sextantes. También hay libros escritos por Dumas en varios idiomas y cuadros que pintó hacia el final de su vida y que Vila se ocupaba de comercializar.
A lo largo de estas cinco décadas innumerables visitantes pasaron por Makao Café, muchos de los cuales hicieron sus aportes a la colección. Hoy se lo conoce como el “Museo Vito Dumas” y está impregnado por un inconfundible aire de mar.
A escasos metros, la bahía a la que un día arribó el navegante solitario sigue allí, como un refugio en la inmensidad. Café Makao también es un refugio para la increíble historia de Vito Dumas y para todos los amantes del mar.