Oriunda de Mar del Plata, pero con raíces italiana, Costanza Addiechi descubrió desde muy chica su amor por el arte. Con tan sólo catorce años se volcó a una profesión muy particular: la restauración de bienes culturales. De ese modo, conoció todo un mundo nuevo y todo lo que se esconde detrás de las pinturas, las esculturas y los monumentos como portadoras de valor cultural, educativo e histórico. Hoy su trabajo es ponerlas en valor, preservarlas para que otros puedan apreciar y conocer el legado que otros han dejado. Es la protectora del pasado.
Costanza Addiechi nos cuenta el ABC de un oficio desconocido
Las actividades de conservación o restauración de bienes u obras culturales y/o patrimoniales incluyen las tareas de análisis, documentación, tratamiento y cuidado posterior. Este trabajo se apoya en la investigación previa y la educación. Por eso, se suele especializar en función de la técnica o naturaleza material de la obra: ya sea pintura, escultura, obra sobre papel o documento gráfico o arqueología, que abarca todos los materiales antiguos.
Los estudios de restauración de obras de arte pueden realizarse a través de las facultades de Bellas Artes que dispongan de la especialización en Conservación y Restauración, en las que se obtiene la licenciatura en Bellas Artes o a través de las Escuelas Superiores de Conservación y Restauración, en las que se obtiene una diplomatura en este campo.
¿Cómo te identificas y cómo fue el camino que te llevó a convertirte en la protectora del pasado?
“Yo soy Restauradora de Bienes Culturales. Ayudo a que la belleza se aprecie. Recuerdo que de chica tenía la particularidad de poder arreglar todo lo que se rompía. Disfrutaba analizando y reconstruyendo lo que se había roto. Y un conocido de la familia, que tenía una casa de antigüedades, notó mi interés o mi habilidad y empezó a entusiasmarme con esta posibilidad. Así, empecé a interesarme en este mundo y desde los catorce años, desde muy jovencita, comencé a seguir este camino. Lo primero que restauré fue un marco de una pintura antigua.
Estudié arte y me fui a Florencia, Italia, donde me perfeccioné y seguí la carrera de restauración y conservación en bienes culturales. Asimismo, como hablo perfectamente la lengua, tuve acceso a becas y a cursos de perfeccionamiento en mi especialidad.
Más tarde decidí que quería trabajar para la comunidad y empecé a restaurar iglesias de Florencia. Más adelante, seguí trabajando las imágenes de iglesias marplatenses. Hay algunas muy bellas y yo las puse en valor.
La restauración de los monumentos era una deuda pendiente para mí y algo necesario para el municipio. Por eso, cuando me propusieron participar en un proyecto de restauración de monumentos locales, acepté. Como yo me capacité en esto, consideré que sería algo lindo para brindarle a la ciudad, a la comunidad”, explica Costanza Addiechi.
¿Cómo trabaja una protectora del pasado? ¿Debe conocer la obra original sobre la que trabajará o se trata de un descubrimiento a medida que va avanzando?
“En realidad, se le dedica tanto tiempo al diagnóstico como a la intervención en sí. Hay un tiempo que es de análisis, de distinguir cuales son las patologías que sufrió la obra, de diferenciar los materiales con los que fue construido, en qué grado fue afectado por el vandalismo o por la degradación natural a causa de los factores climáticos y, a partir de allí, se definen cuáles son los pasos a seguir para la restauración. Allí comienza el trabajo”.
¿Qué tipo de materiales se usan para desarrollar este tipo de tarea?
“En lo que son monumentos se utilizan herramientas de todo tipo, pero en Mar del Plata hay monumentos de hierro de fundición, mármol o piedra y las herramientas que se manejan son específicas para cada uno de los materiales. Obviamente, no se utilizan las mismas herramientas o técnicas que se usa para restaurar la imagen de una iglesia.
Es un trabajo puramente manual. En todo lo relacionado a la restauración, es muy raro que se pueda utilizar algo mecánico. Salvo en casos muy puntuales”.
¿Cómo empezó tu trabajo en Mar del Plata?
“Hicimos todo un relevamiento de todos los monumentos de la ciudad, empezando por la obra de “Mujer bañándose”, que es una réplica del escultor Falconet (La original se halla en el Museo Louvre de París, Francia). La terminé y seguí en la Plaza Colón donde restauré la “Venus de Milo”.
Los monumentos son el patrimonio y cuidarlos es proteger nuestra historia e identidad. Hay una gran cantidad de patrimonio escultórico que no se muestra del modo que merecería”.
¿Qué es lo que más te atrae o lo que más disfrutas de tu trabajo?
“La restauración tiene que ver con el proceso porque, cuando se termina, hay que pasar a otra pieza. Me enriquece mucho el proceso y poder devolver el esplendor original a una obra que está deslucida o arruinada”.
¿Hubo algún caso que te llamara la atención?
“Si, el de la “Venus de Milo”. Al verla, a simple vista, parecía hecha de cemento blanco pero, al trabajarla, noté que, en realidad, era de hierro. La habían pintado con esmalte sintético blanco. Desde que tengo uso de razón y vengo a esta plaza, esta estatua era blanca. Jamás imaginé con lo que me encontraría al empezar a limpiarla. Le saqué el esmalte y descubrí que el material se mantuvo, no estaba degradado. Estaba en perfectas condiciones. Luego de trabajarla, le coloqué una capa de protección traslucida para que se denote la calidad del material. Además, usé polímeros para limitar la corrosión del hierro, más tan cerca del mar y expuesta al sol permanentemente”.
¿Cuál fue el trabajo que más orgullo te causó?
“Muchos. Cada trabajo tiene su particularidad y yo amo mi profesión: ser la protectora del pasado. En cada pieza que restauro pongo el 100%.Me da mucha satisfacción poder desarrollar esta tarea de poner en valor los monumentos”.
