Tomás Carlos Ortolani (1992) es un artista plástico oriundo de Mar del Plata que reside hace varios años en la ciudad de Córdoba. Por estos días experimenta una exposición cada vez mayor en el escenario artístico mundial.
Tomás Ortolani, de profesión artista
El próximo mes, sus obras participarán en una exposición en la galería ArteRoma de Zaragoza (España). En esta nota nos cuenta sobre sus años formación en la ciudad, cómo es la rutina de un artista en cuarentena, sobre la residencia artística que realizó en Bolonia en 2019 y más.
¿En qué instituciones de la ciudad te formaste? ¿Desde cuándo te dedicas al arte de forma profesional?
“Tengo el recuerdo de dibujar desde siempre, desde garabatos en los libros de la escuela hasta en pedacitos de hojas que llevaba conmigo cuando acompañaba a mi madre a hacer trámites.
Creo que el primer acercamiento con una escuela de dibujo fue en el taller de Alberto Bruzzone en el barrio El Grosellar; habré tenido unos 8 o 9 años. Ya de más grande consumía muchos cómics, dibujos animados y animé, y entre mis 11 y 13 años tomé clases de Ilustración con Carlos Razetto, un excelente docente de la ciudad.
Cuando terminé el secundario, fui indagando en distintas carreras universitarias e incluso empecé en el Conservatorio de Música, siempre teniendo al dibujo y la pintura como actividades en segundo plano. Recuerdo haber participado varias veces del certamen de pintura del Fogolar Furlan durante esos años.
En 2015 decidí estudiar la carrera de Artes Visuales en la Universidad Nacional de Córdoba. Ya que debía esperar hasta el año siguiente para inscribirme, me capacité con Damaris Berramenendez en dibujo y pintura académica, dejando de lado todo indicio de ilustración y acrílico, para rescatar el oficio del dibujo clásico y la pintura al óleo.
A fines de 2017, me di cuenta de que la Universidad no iba a darme lo que estaba buscando, por lo que en paralelo empecé a tomar clases de pintura figurativa con Juan Manuel Jaimes Roy.
Fui participando en concursos locales sin muchos resultados hasta que en Premio Itaú de Artes Visuales 2017-2018 seleccionaron uno de mis trabajos. La Galería de Arte Cerrito de Córdoba vió mi trabajo y le interesó. Entonces, me invitó a formar parte de su grupo de docentes y de artistas, y comencé a exponer junto a reconocidos colegas”.
Sus primeros pasos profesionales
La mudanza a Córdoba significó para Tomás Ortolani el comienzo de la etapa académica, que decidió interrumpirla para dedicarse a dar clases de pintura y a trabajar en su obra.
“Mis pinturas llevan muchas horas de trabajo y un solo proyecto puede llevarme meses. Llegó un momento en el que tuve que elegir entre seguir los estudios o producir. Creo que por como se viene dando todo, la decisión de priorizar la producción por sobre el estudio fue la correcta”, comenta el artista.
Tomás lamenta no contar con la ciudadanía europea para continuar su carrera en el Viejo Continente; sin embargo, su formación autodidacta se basa en el arte figurativo europeo y norteamericano que consume a la distancia.
¿Qué temáticas abordás en tus obras?
“Si bien mi obra es clásica y figurativa, trato de abordar problemáticas contemporáneas desde lo conceptual haciendo hincapié en aspectos psicológicos y sociales actuales. El elemento común que conecta todas las piezas son los muñecos, pero cada obra es una historia independiente, un universo en sí mismo.
Considero que los vínculos que mantenemos con nuestro entorno nos definen y nos condicionan a la hora de auto percibirnos. Estos nexos se corresponden con el modo en que solíamos conectar con los objetos de nuestra infancia, los que nos han permitido identificarnos, interpretar, aprender roles y divertirnos, generando así apego emocional y una percepción de “seguridad” dada por la interacción con el objeto conocido.
Mi obra es un registro gráfico de la realidad en la que hoy estamos inmersos, esclavizados, la cual nos define y nos otorga identidad. Mi objetivo es invitar a la reflexión acerca de cómo nos tratamos y nos relacionamos como adultos con personas y situaciones de la vida cotidiana”.
¿Cómo y cuándo fue tu salto al plano internacional?
“El primer concurso internacional en el que participé fue el que organizó Winsor and Newton llamado “Empuja tu práctica artística”; esto fue a fines de 2017. A principios del año siguiente me enteré que había ganado el primer premio no solo a nivel local, sino también a nivel internacional.
Además de poder viajar para conocer las instalaciones de la marca en Londres, también me brindó la posibilidad de realizar una residencia en su estudio durante un mes para explorar materiales y conocer la ciudad.
Luego visité España para conocer el Museo Europeo de Arte Moderno en Barcelona. Entonces comprendí que mi trabajo no estaba técnicamente tan lejos de los que se exhiben allí.
Decidí especializarme aún más y participar en concursos de pintura figurativos internacionales, como el ModPortrait, el Figurativas, el Art Renewal Center, entre otros. En algunos he quedado preseleccionado, seleccionado e incluso finalista”.
Tus obras figuran en catálogos y galerías extranjeras, y en los últimos años realizaste intercambios y residencias en Europa. ¿Cómo crees que interpreta y valoriza tu obra el público fuera del país?
“Actualmente existe una gran corriente de pintura figurativa que realza la técnica y el oficio, tanto en Europa como en Estados Unidos. Por eso creo que mi trabajo recibe mayor aceptación en dichos entornos y no tanto en el ambiente artístico local, ya que este último hace mucho énfasis en lo contemporáneo, dejando de lado el oficio y la tradición.
Considero que ambas corrientes pueden convivir tranquilamente, y de hecho lo hacen en varias galerías internacionales, pero no es el caso en la Argentina”.
El viaje a las raíces y la profundización artística
Tomás define su experiencia en Bolonia como “enriquecedora a nivel personal, profesional y artística”. A la vez que conoció la tierra de sus antepasados, pudo generar sinergias con sus compañeros de viaje y profundizar en el concepto que subyace en cada una de sus obras.
Contanos detalles de tu estadía durante un mes en Bolonia. ¿Qué te dejó esta experiencia?
“En 2019 participé del proyecto “Territorio en diálogo”, organizado por la Asociación Ottovolante y la Asamblea Legislativa de la región Emilia Romagna. El mismo estaba dirigido a descendientes de italianos en Latinoamérica y consistía en una estadía de un mes en Bolonia, para realizar excursiones a las distintas ciudades de la región, fomentando el intercambio cultural y trabajando a la par en un proyecto artístico para presentar al finalizar el encuentro.
Durante ese mes conviví con artistas de Argentina, Uruguay, Chile y Brasil. Yo era el único que pintaba; el resto se dedicaban a la música, al teatro, el video y la fotografía.
Respecto a mi proyecto, desde el comienzo quise retratar a mis compañeros junto a sus muñecos de la infancia, por lo que les pedí con anticipación que los llevaran, para hacer el juego de escalas habitual de mis pinturas. De esta forma, llevé el concepto que trabajo al terreno de mi nuevo entorno, es decir, mis compañeros de viaje y las personas con las interactué durante ese mes.
A medida que fueron pasando los días, fui notando ciertas particularidades de la regione, las cuales me despertaron nuevas inquietudes que no pude evitar explorar a nivel artístico.
Indagué en varias ideas y conceptos, desde la indigencia en las calles hasta la relación de lo divino con lo mundano y cómo eso se ve reflejado en la relación entre las iglesias y el turista que solo quiere tomarse una foto, dejando de lado toda espiritualidad.
Finalmente quise retratar los sitios donde mayor conexión sentí y vincularlos con los muñecos de mis compañeros, entrelazando entornos espaciales y sociales. Es una serie de seis pinturas rápidas, a modo de bocetos, donde se aprecian paisajes de distintas ciudades como Bolonia, Faenza y Rímini, en los que incluí figuras significativas para mis compañeros y cambié su escala. El resultado son imágenes surrealistas a modo de bosquejos para una futura instalación”.
Vivencias de un artista en confinamiento
Su rutina de trabajo se alteró parcialmente con el aislamiento producto de la pandemia de COVID-19. Si bien pudo seguir pintando tanto o más que antes, lamenta la interrupción por tiempo indefinido de sus clases en la galería de arte Cerrito. Para Tomás, se trata de un impasse que requiere reacomodarse y la vez seguir explorando artísticamente.
¿Cómo llevás la cuarentena? ¿Te inspiró o te limitó en la creación artística?
“En principio mi trabajo diario no se vio afectado; tengo mi taller en mi hogar y cuento con suficientes materiales, por lo que puedo seguir con el ritmo de pintura habitual. Sin embargo, tuve que suspender las clases presenciales, y en la modalidad online no todos mis alumnos se sienten a gusto. Es una situación que nadie esperaba y que todos estamos forzados a transitar, la cuestión es adaptarse hasta que todo vuelva a la normalidad.
En cuanto a proyectos, se confirmó una muestra individual a mediados de año en Zaragoza, en la galería ArteRoma. Por otro lado, tengo previsto realizar una residencia artística en Pouch Cove (Canadá) invitado por James Baird, durante octubre y noviembre. Si bien el proyecto sigue en pie, dependerá de cómo vaya evolucionando la cuestión del coronavirus”.
Más allá de las circunstancias actuales, la carrera del joven Tomás Carlos Ortolani parece no tener techo.
