Ezequiel Dignani es uno de los mejores pilotos de parapente de Mar del Plata y el vicepresidente de la Asociación Mar y Sierras de Parapente. Cuando era chico soñaba diariamente que volaba. Hoy cuenta con años experiencia en planeos a lo largo y ancho de nuestro país.
En esta entrevista nos relata sus comienzos, la filosofía en torno a esta actividad y los viajes a distancia. También, nos trae el proyecto Vuelo Semilla, que invita a volar gratuitamente a personas con discapacidad.
Ezequiel, ¿dónde naciste y cuál es el origen de tu apellido?
Mi bisabuelo era de la Provincia de Macerata, específicamente de Urbisaglia. A los veinte tantos años se vino a Buenos Aires.
Yo nací en Buenos Aires, en el ’76. Una época turbulenta. Mi familia se mudó a Mar del Plata cuando tenía 6 o 7 años, así que prácticamente viví toda mi vida en Mar del Plata y me considero marplatense.
¿Cuándo fue que te picó el bichito por el parapente? ¿Cómo fue ese primer vuelo?
Mi padre siempre me inculcó actividades al aire libre, de aventura, ir a escalar a la sierra… Cuando a él le tocó hacer el servicio militar obligatorio eligió paracaidismo. Después, cuando surgió el tema del parapente, él retoma la actividad aérea y al poquito tiempo arranqué yo. Digamos que de alguna manera fue quien me marcó ese camino.
De chiquito siempre soñaba que volaba. Tenía ese sueño recurrente en el cual vas caminando, pegás un salto y salís volando… Podés ver la ciudad y el mar desde arriba… Es alucinante. Después te despertás con bronca porque volvés a ser un bicho terrestre. Cuando me llevaron a volar por primera vez a las Sierras, las imágenes que veía eran las mismas que las de mis sueños. Era esa misma perspectiva… que cambia cuando andás por tierra o mirás por un balcón. Después me fui enamorando de la actividad, de la filosofía del vuelo.
¿Cómo es el universo de los parapentistas? ¿Se autoconvocan o tienen alguna propuesta que los convoque a nivel nacional e internacional?
En Mar del Plata tenemos una Asociación de parapentistas que se llama Asociación Mar y Sierras de Parapente. Nuclea a todos los pilotos de la zona. Y también tramitamos los permisos para volar. Tenemos un cajón aéreo en la zona de la costa y en la zona de Sierras. Articulamos con la ANAC, que es la institución gubernamental que regula la aviación civil. Actualmente soy el vicepresidente de la Asociación, y fui presidente también un tiempo…
La comunidad con la que yo me manejo no va mucho a campeonatos. No tenemos esa filosofía del deporte como algo competitivo, si bien la tuve de más chico… después se me pasó. Lo que hacemos es juntarnos un grupo de amigos y viajamos. De repente vamos al Norte o al Sur. Pero va más desde la amistad y pensando al otro como a un compañero de vuelo, con quien compartir un vuelo. Igual, la competencia está buena para desarrollar ciertas habilidades pero no es lo que actualmente nos moviliza.
Hay competencias a nivel regional, a nivel nacional e internacional. Las hay de distancia y de acrobacia.
Nosotros también tenemos un costado social, una Asociación que se llama Vuelo Semilla, para llevar a volar gratuitamente a personas con discapacidad. En El Bolsón tenemos una silla especial para personas con problemas de motricidad. En Mar del Plata no hace falta porque son muy pocos los pasos que tenemos que dar para despegar. Eso lo solucionamos con dos o tres compañeros.
¿Cómo surge el proyecto de Vuelo Semilla?
Vuelo Semilla es algo que se viene desarrollando hace unos 10 años más o menos. La idea es que se vaya tendiendo a lo largo y ancho del país. Nosotros nos agrupamos con unos compañeros de El Bolsón que están en la misma línea y decidimos darle un aspecto más formal. Porque, a veces, lo que sucede es que cuesta que la gente tenga confianza en la actividad. Realmente, trabajamos con instituciones que se dedican a la discapacidad, por ejemplo, con organizaciones deportivas o recreativas… Se contactan con nosotros pero desde las instituciones. A los particulares no estamos llegando… no se enteran… Para que pase eso, surge la idea de darle un marco más legal. Por ejemplo, en El Bolsón conseguimos una silla especial con material aeronáutico para volar con personas con discapacidad.
Es una actividad hermosa, porque en vuelo no hay diferencias… No hay asimetrías… Es una actividad completamente accesible. Los pasajeros van sentados y no hace falta que hagan nada. Es muy lindo porque generalmente vienen en grupo y es muy movilizante a niveles energéticos, está muy bueno.
¿Qué circuitos hay en Mar del Plata para volar en parapente?
En Mar del Plata se vuela en dos condiciones. Una es la de costa: con el viento que viene del mar y que pega contra el acantilado y sube. Es una suerte de ola de aire que viene trepando por el acantilado y nosotros surfeamos esa corriente. Y, la otra, en Sierras que, además de volar a causa del viento que choca y sube por las sierras, también aprovechamos las corrientes térmicas. Es decir, desprendimientos de aire caliente que se dan en los campos y en las sierras… Esas corrientes térmicas nos permiten ganar muchísima altura, de repente, mil o dos mil metros. Cuando vamos solos, con esa altura, viajamos. Vamos volando desde las Sierras hasta la costa, o desde Tandil a Necochea. Este año volamos desde la Sierra de los Difuntos hasta Azul. Esos fueron unos 200km en casi 8 horas.
¿Sobre qué geografías has volado? ¿Qué circuitos has conocido?
Nuestro país está sembrado a lo largo y ancho de sitios de vuelo. Se vuela desde Ushuaia hasta Jujuy. He volado en Tucumán, La Rioja, Mendoza, Córdoba, Bariloche, Bolsón. Afuera (de Argentina) volé en Brasil, y un poco en Francia y en Suiza. Pero el lugar que más me gusta es El Bolsón, por la geografía, por la belleza de la naturaleza y por las condiciones de vuelo. Tenemos la posibilidad de hacer vuelos de distancia y recorrer la Patagonia con una perspectiva única. Vamos contemplando la belleza de los lagos, de los ríos, las montañas nevadas… volando con los cóndores. Eso es alucinante.
¿Qué momento disfrutás más?
Hay un momento muy lindo para los que hacemos estos vuelos de distancia que se da cuando estamos en una transición, o sea, planeando… y enganchamos una nueva corriente térmica. Eso está muy bueno porque estás a mil metros de altura, planeas con viento de cola para abajo, y de repente, agarrás otra corriente ascendente y empezás a girar en espiral como los planeadores que giran en círculos… Es una linda sensación de alivio porque te indica que el vuelo continúa. Desde ya, el despegue es muy lindo… sobre todo si está bueno para despegar… Hay despegues que son más técnicos que otros, que son más demandantes. Pero cuando están las condiciones ideales es muy placentero. Y cada despegue es único como cada vuelo.
Otro momento muy bonito es cuando te metés un poquito adentro de una nube y luego salís. Dentro de la nube la visibilidad se reduce casi a cero ¿viste? Y el momento en el que salís de ahí adentro y se abre de vuelta todo el escenario que venías viendo ¡es alucinante!. Ahí la imagen se forma entre el cielo, la nube y todo el relieve que aparece debajo de repente. Ese momento no se da siempre, pero cuando se da es alucinante.
¿Qué te corre por el cuerpo cuando volás?
Durante el vuelo podés ir transitando distintas emociones. Desde cierta ansiedad en el despegue, miedo, euforia o paz… Por ejemplo: volar en acantilados es muy tranquilo. La inmensidad del mar te da mucha paz… por lo menos a mí. Vas sintiendo distintas cosas. Eso de sentir libertad absoluta es… la libertad tiene que ver con cuestiones interiores, no necesariamente con lo que estás haciendo. Podés estar volando y sentirte condicionada por el viento o la meteorología… ¡por tu historia personal! Eso de que te da libertad volar es hasta ahí. Es medio relativo, aunque a veces es tan placentero tener un desprendimiento literal del suelo y de los condicionamientos que, de algún modo, te sentís libre… eso sí.
¿Cómo fue que hiciste de tu pasión tu trabajo estable y cómo empezaste con los vuelos de bautismo?
A los veintipico de años, tres después de comenzar a volar, vi la veta en donde se podía trabajar con el parapente. Arranqué en Mar del Plata que, al ser una ciudad turística, tiene demanda y en donde la geografía acompaña. Es un lugar que permite el crecimiento de un piloto biplaza.
Luego me empecé a capacitar, a hacer lo cursos y a rendir las licencias. Pedí plata para comparar el primer parapente biplaza, porque son caros los equipos. En la primera temporada lo recuperé y empecé a tener ganancia. Ésto no es para hacerse millonario. De pronto pueden pasar muchos días en donde la meteorología no permite volar, pero, bueno, estás trabajando de lo que te gusta… Y la onda de la gente es buenísima. Hay una onda que viene, no sólo por lo económico, sino desde la energía que te devuelve la gente.
Me gusta mi trabajo y ojalá lo pueda seguir haciendo durante mucho tiempo, hasta que me acompañe el cuerpo.
¿Dónde estás volando ahora?
Nosotros volamos según las direcciones del viento en acantilados, playa Serena o Sierras. En caso de ir a Sierras, lo conjugamos con un tracking de media hora o cuarenta minutos. Es un programa de mediodía en un entorno natural, a media hora del centro de Mar del Plata, en la zona de Colinas Verdes.
Para contactarse con Ezequiel Dignani y coordinar vuelos de bautismo o vuelos semilla, pueden hacerlo a través de sus diferentes redes. Ezequiel Dignani está en Instagram y en Facebook. También lo pueden encontrar en Whatsapp.
